Los Boxers, la rebelión xenófoba

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Cuando se habla de China, lo primero que viene a la mente son las acrobacias de los combatientes Shaolin o el lento fluir del Tai en los ancianos. Hay que saber que apenas un año antes de terminar el siglo XIX, existió realmente un grupo de peleadores que se oponía a la presencia occidental, pues ésta dominaba no sólo el comercio, la economía y la política, sino que imponía una religión cristiana y hasta su cultura europeízante, pisoteando sus ancestrales costumbres. Se les conoció como los Boxers y su insurrección buscaba acabar con estos extranjeros odiosos para realizar un exorcismo colonial que les permitiera vivir su cultura y tradiciones sin críticas ni condicionamientos: la Rebelión de los boxers.

El contexto

Este acontecimiento tiene su origen en 1839, cuando estalló la Guerra del opio en una China controlada por la dinastía Manchú, que por más de dos siglos se había mantenido en el poder. El imperio mandarín ya se encontraba por esas fechas en su última fase, pues la Corona inglesa se había establecido en sus tierras a fuerza de bayonetas caladas para defender los intereses de la Compañía de las Indias; el brazo comercial de Londres y principal creador de drogadictos que quedaban sometidos a su influencia.

Se trató de la primera ocasión en que una potencia occidental, en este caso, Inglaterra, indujo el consumo de drogas para mantener a un pueblo sometido a su voluntad y, además, creando una comunidad consumidora de opio que llenaba las arcas inglesas (¿alguna semejanza con la realidad actual?).

Para ese entonces, el dominio británico ya tenia más de cincuenta años de presencia en el reino celestial, menospreciando a esta cultura ancestral e imponiendo su elitista modo de vida. De hecho, no fue sólo una sino dos rebeliones las que surgieron en ese lapso, pues una segunda, con más fuerza, tuvo lugar en 1856. Las oleadas de colonos y comerciantes europeos no disminuían, la población nativa simplemente ya estaba harta de estos «Diablos blancos», como los conocían. La situación era una caldera social que terminó reventando en noviembre de 1900, dando como resultado no sólo la primera rebelión del siglo XX, sino el primer movimiento social basado en la xenofobia con tintes de lucha por la liberación.

 

El acontecimiento

Entramos al acontecimiento como tal, es decir, a la parte más crítica de la historia donde China ya cuenta con una fuerza popular denominada «Sociedad de los puños de justicia y armonía», cuyos integrantes eran miles y controlaban muchas regiones del país, amenazando constantemente los límites metropolitanos de Pekín. La situación era tan difícil que la emperatriz Tsu Hsi, ya no podía contener a esta ola rebelde que estaba luchaba no sólo contra los encantos occidentales impuestos, sino contra los abusos racistas de las hordas de evangelizadores, así como del narcotráfico generalizado al cual eran muy afectos los llamados «Diablos de segunda fila» o chinos proccidentalizados.

Tenemos todo listo para empezar por la parte más interesante de esta hazaña histórica.

¿Mensaje o ultimátum?

El 17 de junio, las tropas imperiales impidieron el ingreso de grupúsculos boxers a la capital china. Su intención era atacar el barrio de las delegaciones donde se encontraban las sedes diplomáticas de Alemania, Austria, Bélgica, Estados Unidos, Francia, Holanda, Inglaterra, Italia, Japón y Rusia. Dos días después. la emperatriz manchú envió una misiva a un cuartel de guardiamarinos ingleses que formaban parte de una fuerza internacional y que tenían a su cargo en ese momento la defensa de esa exclusiva zona. La carta fue llevada al embajador alemán Klemens von Ketteler, representante de las Legaciones extranjeras. Arrogante y colérico como era, explotó en ira cuando vio que el mensaje era en realidad un ultimátum para que todos los residentes foráneos salieran de la ciudad cuanto antes y se dirigieran hacia Tien Tsin (hoy Tianjin).

El diplomático prusiano abandonó el área de seguridad para dialogar con la emperatriz, sólo para encontrar la muerte bajo las balas de decenas de fanáticos que ya no sólo reclamaban la salida de los extranjeros sino el fin del imperio celeste, al que acusaban de corrupción y confabulación con las potencias occidentales para mantener sus privilegios.

Comienza la acción

La muerte del representante germano fue interpretada por el grupo de potencias occidentales como una tácita declaración de guerra. Lo que pasó fue que la emperatriz Tsu Hsi había hecho un pacto ocasional con los Boxers, pensando que estos estaban luchando contra la presencia extranjera, en realidad también peleaban contra ella pues su dinastía se había mostrado complaciente con los invasores. Para el 21 de junio de 1900, el barrio diplomático ya estaba completamente sitiado, al igual que la catedral católica, ubicada a tres kilómetros de ésta.

Las piezas del tablero occidental

Extranjeros en el barrio diplomático
  • Once delegaciones extranjeras: Alemania, Austria, Bélgica, Estados Unidos, Francia, Holanda, Inglaterra, Italia, Japón y Rusia.
  • 475 civiles extranjeros entre niños, mujeres y hombres
  • 450 militares de los países unidos en coalición espontánea
  • Se acogió a 3,000 misioneros cristianos chinos, estos hacían labores domésticas y de apoyo médico
  • Alimentos para al menos tres meses
  • Municiones limitadas de las tropas foráneas.

Catedral católica (ubicada a 3 kilómetros del barrio diplomático)

  • Obispo Pierre Marie Alphonse Favier
  • 2,550 fieles, más 850 estudiantes
  • Guarnición custodiada por once marinos italianos al mando del alférez de navío Olivieri y treinta soldados franceses comandados por el alférez de navío Henry
  • Suministros y pertrechos limitados.

Estrategia inicial

Los ministros acordaron concentrar a mujeres y niños en la Legación inglesa. Su ubicación se encontraba en el centro del barrio diplomático y por ello resultaba más fácil de defender  Se les dotó de agua, alimentos y cobertores, así como una pequeña guarnición armada de seguridad. El resto de las representaciones se convirtieron en centros de resistencia con barricadas en jardines y puertas. Guardiamarinos, soldados e incluso, todos los hombres aptos para el combate, fueron asignados en sus respectivas posiciones para mantener su posición a toda costa. La emperatriz, creyendo que podía atraer la lealtad de estos combatientes populares, ofreció 50 taels por cada cabeza de extranjero que le llevaran, 40 si era de mujer y 30 si era de niño.

¡La guerra ya empezó y nada detendría el empuje de los Boxers!

Como último reducto, 426 marinos de diferentes nacionalidades llegaron para reforzar las posiciones de las delegaciones diplomáticas en Pekín, pero eran considerados como un «destacamento exiguo» ante las matanzas y devastaciones que ya se llevaban a cabo en la zona. El 10 de junio, el almirante inglés Edward  Seymour envío de una fuerza de 4 mil fusileros multinacionales para intentar abrir un corredor Tien Tsin-Pekín, sólo para encontrar que las vías férreas habían sido voladas por los insurrectos. Tras siete infructuosos días de reparaciones, el convoy no logró avanzar y tuvo que regresar a su posición original.

Los aliados se imponen en Tien Tsin

Del 15 al 17 de junio, las facciones boxers en la ciudad de Tien Tsin casi lograron imponerse a los guardias marinos ingleses y cosacos que pelearon para retener sus puestos en Taku, en una lucha cuerpo a cuerpo de más de seis horas. De no haber sido por la artillería naval, ésta hubiera caído. Una semana después, las tropas occidentales en esa ciudad todavía se atrevieron a dar un golpe contra un arsenal de los Boxers: una brigada de marinos alemanes, ingleses y rusos detonaron un refugio armado que albergaba a cientos de rebeldes, haciéndolos volar por los aires. Mientras tanto, otra facción de cosacos logró apoderarse de un fuerte boxer, consolidando con ello su poder en la portuaria Tien Tsin. Ahora la fuerza aliada sumaba más de siete mil efectivos.

Pese a que el control aliado ya era claro en Tien Tsin, aún no estaban dadas las condiciones para lanzar una operación de apoyo a las legaciones en Pekín. La conquista de los fuertes en Taku, a un alto costo de vidas y el fracaso del convoy del almirante Seymour obligó a un cambio de estrategia y a aguardar el envío de más refuerzos vía naval. Pekín tendría que esperar todavía un poco más bajo las constantes incursiones de los Boxers. Es aquí donde tienen lugar las acciones de la encrucijada colonialista occidental, mismas que quedaron exhibidas en la película «55 días en Pekín» de 1963, dirigida por Nicholas Ray y protagonizada por Charlton Heston, Ava Gardner y David Niven.

No se pierdan la segunda parte dedicada al sitio de Pekín, en nuestro próximo número titulado «Pekín, la muchedumbre golpea».

Bibliografía:

Las grandes batallas del siglo veinte, Uteha, Vol. 1, 160 pp.

The Boxer Rebellion. Preston, Diana. Nueva York: Berkley Books, 2000