Estimada Sra. Carmen Lira Saade:
Leí con suma preocupación el editorial que su prestigiado diario ha publicado el día de ayer. Si únicamente se tratara de una postura ideológica, enmarcada en la libertad de prensa de que goza este país, respetuoso de todas las libertades y de los Derechos Humanos, al igual que mi país, el Reino de Marruecos, que me honro en representar oficialmente ante el gobierno y pueblo de México, no tendría ningún comentario que hacer. Pero el punto es que dicho texto manifiesta una postura verdaderamente desinformada, además de estar colmada de falsedades y, por tratarse de un diario de importancia nacional, es grave que vaya en contra de los valores fundamentales del periodismo, a saber, informar a sus lectores -entre los cuales me cuento yo mismo-, sin sesgos ni ánimos de manipulación o tergiversación.
El texto al que aludo califica, más que argumenta, y asevera sin fundamento alguno, que “el problema de fondo radica en un régimen corrupto, autoritario, represor y colonialista…”. Podría, sin mayor dificultad, desmontar cada uno de los adjetivos que el texto endilga gratuitamente a mi país, pero más adelante, al asestar tan inmerecidos denuestos a “los gobiernos españoles posteriores al régimen franquista”, que el texto de marras pone en la misma caja, como si los matices políticos e históricos no tuvieran el mínimo sentido para el autor del editorial, puedo comprender, aunque no aceptar, la desmesura de dicho texto y la falta de acuciosidad de quienes debieron revisar la redacción para no atentar contra la línea editorial, siempre atenta a la visión de todas las partes que confluyen en un fenómeno tan complejo como al que alude. El desconocimiento, por poner sólo un ejemplo, de cómo fue recibida, en la “comunidad islámica”, la negociación con los Estados Unidos de América demuestra una preocupante falta de conocimiento del contexto político de la región. Quizá el autor del texto quiere pasar por alto, el hecho de que Turquía, un país musulmán, pero no árabe, ha mantenido relaciones diplomáticas con Israel desde 1949. Probablemente también desconoce que Egipto y Jordania han establecido relaciones diplomáticas con Israel en 1979 y 1994, respectivamente. Sacar las cosas de su contexto y despotricar contra un país como el mío es un acto desafortunado que no hace más que ahondar en el desconocimiento y rechazo del otro.
Otra aseveración, probablemente maniqueísta en este caso, es la calificación otorgada a “la acosada y ocupada república saharahui”. Primero, cabe recordarle que desde 1980 no existe ningún documento de la ONU donde se le tilde a Marruecos de país ocupante del territorio. Si hay una nación que tiene la legitimidad de la historia y la legalidad de su lado, es Marruecos. Por ello invito al autor del editorial a leer e investigar más allá de los senderos propagandísticos y de las lecturas sesgadas. Más aún, desde 2004, como lo atestiguan los documentos de la ONU -única organización internacional habilitada a mediar en el conflicto-, el estatus legal del conflicto ha cambiado. Todas las resoluciones del Consejo de Seguridad adoptadas desde entonces, y sobre todo desde 2007, insisten en la necesidad de hallar una solución política, mutuamente aceptable, en la cual no haya vencedor ni vencido. Esta es la legalidad internacional, no la que usan algunas partes que no tienen interés en ver una solución final a un conflicto que ha paralizado la región durante décadas e hipotecado el presente y futuro de los pueblos de la región.
¿Sabía usted que uno de los funcionarios más importantes de la actual administración mexicana, hace casi 50 años, recomendó al entonces presidente de México no otorgar el reconocimiento a la entidad que se menciona en el texto multicitado? Lo hizo porque era consciente de que tal ente no existía y nunca ha existido, sino que fue creado por otro país para imponer su agenda estratégica en la región. Por eso, en lugar de insultar y agredir, basados en el desconocimiento, le invito a usted y a quien haya redactado el agresivo editorial, a dialogar y a construir conocimiento de realidades aparentemente tan lejanas, pero al mismo tiempo, similares a las que se viven en esta región del mundo.
Algunos ciudadanos de mi país, al igual que otros provenientes de países vecinos, tienen el sueño de vivir en algún lugar de la Unión Europea, donde puedan hallar condiciones que ellos consideran más propicias para su desarrollo. La mayor parte de la población, sin embargo, permanece en las tierras donde nacieron y donde desean seguir viviendo. Me parece que cada una de las palabras anteriores se aplica también a ciudadanos de este gran país que es México, y a sus vecinos y hermanos de otros países de la región, y de mucho más lejos, que tienen el sueño de vivir en los Estados Unidos o Canadá. De igual manera que existe el “efecto-llamada” en México con respecto a EE.UU., existe el “efecto-llamada” en Marruecos con respecto a Europa. Pero la diferencia radica en que, mientras los EE.UU. cuentan con sus propios medios para controlar sus fronteras, España cuenta con que Marruecos desempeñe el papel de gendarme.
La migración no es un fenómeno reciente; la criminalización que se hace a las personas de algunas nacionalidades por el hecho de migrar sí es bastante reciente; apenas un siglo en su país y en el mío mucho menos. ¿No considera usted que compartiendo tantas similitudes, en vez de condenar sin fundamentos, La Jornada podría jugar el papel de puente entre culturas y países a fin de ayudar a entender mejor el fenómeno y contribuir a construir sociedades más impregnadas de los valores del respeto y tolerancia? Ese es mi deseo y el de mi país, que es una nación amiga de México desde mucho antes de que mantuviéramos relaciones diplomáticas formales, y lo seguirá siendo cuando usted y yo ya no estemos a cargo de nuestras respectivas misiones. Aprovecho la ocasión para desearle una excelente jornada.
Abdelfattah Lebbar
Embajador del Reino de Marruecos