Su Majestad el Rey Mohammed VI dirigió, la noche de este jueves, un discurso a la Nación con motivo del 67° aniversario de la Revolución del Rey y del Pueblo.
He aquí el texto íntegro del discurso real:
«Loor a Dios, la oración y el saludo sean sobre nuestro señor Enviado de Dios, su familia y compañeros,
Querido pueblo,
En este mismo día del año 1953, la voluntad común de Nuestro llorado abuelo, Su Majestad el Rey Mohammed V y de su Compañero de Lucha, Nuestro llorado padre, Su Majestad el Rey Hassan II, Dios tenga a ambos en su Santa Misericordia, coincidió con la voluntad del pueblo marroquí para llevar adelante la revolución histórica de rechazo de los proyectos de la colonización. Esta gloriosa Revolución fue marcada por el verdadero espíritu patriótico y por los valores del sacrificio, la solidaridad y la lealtad, para la consecución de la libertad e independencia de Marruecos.
Tales imborrables posturas y acontecimientos, que prueban la fuerte cohesión entre Trono y pueblo, para hacer frente a las distintas dificultades, se han dado con bastante frecuencia en la historia de Marruecos. Son los mismos principios y valores, el mismo compromiso y la misma movilización colectiva, que en el día de hoy han manifestado los marroquíes, sobre todo durante la primera etapa de la lucha contra la pandemia de la Covid19.
Durante esta etapa, y gracias a la conjugación de los esfuerzos de todos, conseguimos limitar las consecuencias sanitarias de la crisis y aliviar sus efectos económicos y sociales.
En este contexto, el Estado ofreció su asistencia a amplios sectores de los ciudadanos, lanzamos un ambicioso e inédito plan de la reactivación de la economía y un gran proyecto para la generalización de la cubertura social a todos los marroquíes. Así pues, insistimos en la necesaria puesta en práctica de dichos proyectos del modo requerido y dentro de los plazos fijados.
Querido pueblo,
A pesar de los esfuerzos consentidos, todavía no hemos ganado la batalla a esta pandemia. Vivimos momentos difíciles y sin precedentes para todos. Es verdad que hemos sido un ejemplo, tanto por el respeto de las medidas de protección que hemos tomado, como por los buenos resultados que conseguimos durante el periodo del confinamiento.
Desde luego, nos hemos sentido orgullosos de cuanto hemos hecho, particularmente con relación a la baja mortalidad y al reducido número de infectados, en comparación con muchos países. Pero lamentablemente, con el desconfinamiento, hemos observado que el número de afectados crece de manera ilógica, por motivos varios. Así pues, hay quien pretende que esta pandemia no existe, y también quien cree que el desconfinamiento significa el final de la enfermedad, y mucha gente se comporta con inaceptable relajamiento.
Por ello, hay que insistir en que esta enfermedad es una realidad, y quien diga lo contrario, no sólo se perjudica a sí mismo, sino que también pone en peligro a su familia y a las demás personas. En efecto, hay que llamar la atención sobre el hecho de que algunos enfermos no aparentan síntomas hasta pasados diez días o más, amén de que numerosos afectados son asintomáticos, lo que favorece la expansión de los contagios e impone mayores medidas preventivas.
Esta enfermedad no hace diferencia entre los habitantes de las ciudades y los del campo, ni entre niños, jóvenes y ancianos. En realidad, una elevada proporción de personas no respetan las medidas preventivas sanitarias, tomadas por las autoridades públicas, como puede ser el uso de la mascarilla, el mantenimiento del distanciamiento social y la utilización de los medios de higiene y de desinfección.
Si al menos se careciera de medios de prevención en el mercado, o que su precio fuera elevado, en estos casos se entenderían dichos comportamientos. Sin embargo, el Estado ha procurado aportar en abundancia estos productos y a precios muy razonables.
Por otra parte, el Estado, ha subvencionado el precio de las mascarillas y ha estimulado su fabricación en Marruecos, justamente para que estén al alcance de todos.
He aquí un comportamiento carente de todo celo patriótico y del menor sentido de solidaridad. En efecto, el patriotismo exige, ante todo, velar por la salud y seguridad de los demás; del mismo modo que la solidaridad no sólo consiste en el apoyo financiero, sino más bien en asumir el compromiso de no propagar la epidemia entre la gente.
Tal comportamiento se opone asimismo a los esfuerzos desplegados por el Estado que, gracias a Dios, ha conseguido aportar su ayuda a numerosas familias que perdieron su fuente de ingresos.
Sin embargo, esta ayuda no puede perdurar de manera indefinida ya que, en término de medios y de posibilidades, el Estado ha dado más de lo que tiene.
Querido pueblo,
Paralelamente a la flexibilización del confinamiento, una serie de medidas preventivas fueron adoptadas para salvaguardar la salud de los ciudadanos y frenar la propagación de la pandemia. No obstante, nos ha sorprendido cómo ha ido creciendo el número de infectados. Desde luego, el deterioro de la situación sanitaria a la que hemos llegado es deplorable y no inspira optimismo, y quien pretenda ocultar esta realidad, querido pueblo, te estará mintiendo.
Tras el desconfinamiento, y en poco tiempo, el número de casos confirmados fue multiplicado por más del 3; otro tanto ha ocurrido con los casos graves y los fallecimientos, comparativamente con el período del confinamiento.
Por otra parte, la media de contagios entre el personal sanitario pasó de una infección diaria, durante el período de confinamiento, a los 10 de los últimos días.
Así pues, en caso de mantenerse el aumento de estas cifras, la Comisión científica del Covid-19, podría recomendar la vuelta a un nuevo periodo de confinamiento, que incluso podría ser más riguroso.
Si por necesidad se llegara a tomar esta difícil decisión, Dios no lo permita, sin lugar a dudas, tendrá duras consecuencias sobre la vida de los ciudadanos y sobre la situación socioeconómica.
En efecto, sin una rigurosa y responsable observación de las medidas sanitarias, el número de infectados y de fallecimientos seguirá incrementándose, tanto que los hospitales se verán superados por la pandemia, por muy importantes que fueran los esfuerzos desplegados por las autoridades públicas y el sector de la sanidad. Paralelamente a las medidas adoptadas por las autoridades públicas, invito a todas las fuerzas nacionales a una mayor movilización y vigilancia, incorporándose al esfuerzo nacional de sensibilización, concienciación y orientación social para hacer frente a esta pandemia.
Por ello, quiero advertir que sin una conducta patriótica ejemplar y responsable, por parte de todos, no se podrá salir de esta situación ni tampoco relevar el desafío de la lucha contra esta pandemia.
Querido pueblo,
El Discurso que hoy te dirijo no busca hacer ningún género de reproche; sino que más bien es una manera directa de hacerte llegar el temor que tengo de que continúe incrementándose el número de infectados y fallecidos, Dios no lo quiera, lo que nos obligaría a volver a un confinamiento global, con todo cuanto implica como efectos psicológicos, sociales y económicos.
Al conmemorar la efeméride de la Revolución del Rey y del pueblo, necesitamos evocar, mucho más que nunca, los valores del sacrificio, la solidaridad y la lealtad que la marcaron, a fin de superar esta difícil situación. Estoy persuadido de que los marroquíes pueden relevar este desafío, siguiendo los pasos de sus antepasados, engalanándose con el verdadero espíritu patriótico y respetando los deberes de la ciudadanía positiva, en beneficio de nuestro pueblo y de nuestro país.