El nuevo orden mundial y sus instrumentos

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Las agencias transnacionales del Nuevo Orden Mundial no sólo han incrementado exponencialmente su poder en los tableros internos de cada país, también lo han explicitado. El Estado Profundo denunciado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, opera incluso contra la Casa Blanca. Así, superada toda resistencia organizada a la explotación multinacional de los recursos naturales y a la creación artificial de deuda usuraria, va desarrollándose la agenda del Nuevo Orden Mundial.

El “Deep State” o el gobierno en la sombra de EE.UU., no es una conspiración es una realidad y existe hace mucho. El ex miembro del personal del Congreso estadounidense, Mike Lofgren, publicó en 2011 un interesante libro, donde afirma que existe una clase gobernante por encima de la Casa Blanca. Se trata de un ensayo titulado Goodbye to All That: Reflections of a GOP Operative Who Left the Cult, traducido como “Adiós a todo eso: reflexiones de un agente republicano que dejó el culto”.

En ese escrito, que podemos comprar a través de Amazon, opera al interior de la administración una estructura social plutocrática y muy selectiva. Citamos de su prólogo: “El Deep State es más bien una clase en sí misma. No se trata de algo siniestro, aunque algunos de sus aspectos sí lo sean, sino de algo que está tremendamente arraigado”. Continúa más adelante “lo forman el complejo militar-industrial, con el Pentágono y todos sus contratistas, pero también por el Departamento del Tesoro, que les liga los flujos financieros, algunos tribunales, como los del distrito sur de Manhattan y el oriental de Virginia; el aparato de seguridad nacional y la banca de Nueva York son sus piezas claves”-

Su poder sobrepasa los imaginarios de los analistas independientes, nos dice el profesor Alfonso Sánchez Mujica, docente de Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México.

“El concepto de nuevo orden mundial ha sido una de las referencias más comunes utilizado por los investigadores, así como lugar común en muchísimos  ensayos y artículos», dijo Sánchez Mujica. «Incluso ha dado paso a un importante debate académico, y su influencia claramente está muy presente en la emergencia sanitaria global”, remarcó.

Las transformaciones internacionales a las que está asociado el concepto de “Nuevo Orden Mundial” pueden darse tanto en el campo de las ideologías políticas como en la configuración del poder planetario y claramente aquello es lo que estamos viendo. Más temprano que tarde, se producirá el enfrentamiento entre los intelectuales, que podrían ayudar a explicar el caos, mientras, que los tecnócratas, se empeñan en demostrar que éste no existe y que el mundo se comporta como un mecanismo de relojería que obedece a las leyes sistémicas casi perfectas de los mercados.

El ex presidente de Colombia, Ernesto Samper en su libro El Salto Global destaca: “Si la cultura global pudiera llagar a existir en el futuro inmediato como consecuencia de la globalización, será desde la cultura digital y los iconos del nuevo orden, donde la realidad se convertirá en ficción y la ficción en algo realizable”.

Es determinante constatar que la élite global está detrás de todas las crisis, sea por su participación en la génesis, como en el aprovechamiento de las mismas. El Nuevo Orden Mundial se inició con la transición hegemónica del poder desde la política a las finanzas, cuando desde la misma Organización de Naciones Unidas (ONU), un selecto grupo de países se autoproclamaron guardianes del planeta, llevándonos en sus conductas una tendencia peligrosa, no sólo hegemónica, también de inspiración mesiánica e inescrupulosamente totalitaria.

Este es el contexto general en que se plantea el problema de la reconfiguración del poder mundial por lo que podemos afirmar que, en los últimos años, hemos venido enfrentando el advenimiento, primero sutil y luego brioso, de un Nuevo Orden Mundial; una transición hegemónica conducida por unos pocos actores. ¿Estamos o nos encaminamos hacia un gobierno mundial? ¿El de unos pocos elegidos; el de ese 1 % que conformarían el círculo de los amos del mundo?

Si hiciéramos una pirámide veríamos al poder absoluto financiero en la parte superior, debajo tendríamos a grandes y poderosas entidades transnacionales a las que se le han pasado los poderes económicos, que deciden, sí hoy habrá más o menos dinero en el mercado, sí sube o baja el tipo de interés, y todo ese tipo de cosas.

El FMI, el Banco Mundial, el Banco Internacional de Compensación y la Comisión Bancaria Internacional son, de hecho, actores claves en ese proceso. En el tercer escalón encontramos ya al Banco Central Europeo, la Reserva Federal Americana, el Banco de España, y los bancos centrales de los países más poderosos del planeta. En cuarto nivel, se encuentran los gobiernos regulados y presionados por la élite.

Entonces, nuestra cultura es el resultado de la concepción particular de los dominadores, para quienes nosotros, es decir, el pueblo, no somos más que utensilios a expensas de sus intereses, peones o súbditos.

Ello, a pesar de los avances técnicos o la implantación del Estado del Bienestar; recordemos que desde los albores de la civilización sumeria hemos caminado sobre una estructura organizativa idéntica, en la que la alta jerarquía ha sometido a los ciudadanos convirtiéndolos en esclavos de un modelo social diseñado y dirigido por un mismo arquetipo de poder y cuyos orígenes son muy antiguos.

El globalismo apareció hace muchos años como un proyecto al que nadie originariamente dio mucha atención. Nació de los esfuerzos del intercambio comercial, como decíamos anteriormente como un producto de la globalización. El politólogo estadounidense Joseph Nye, cofundador de la teoría de las relaciones internacionales del liberalismo, generalizó este término para argumentar que el globalismo se refiere a cualquier descripción y explicación de un mundo que se caracteriza por redes de conexiones que abarcan distancias y, finalmente, esta forma de relación básicamente mercantil alcanzaría la hegemonía mundial.

Es decir, si antes la globalización era vista como un proceso económico o tecnológico, un grupo no despreciable de pensadores pasó ahora a advertir que detrás de ese fenómeno había una ideología. El globalismo, asunto no menos complejo de entender, cuando se asocia el concepto al péndulo político, se supone que las derechas defienden el globalismo y los mercados y las izquierdas defiende el proteccionismo y son anti globalistas, pero el mundo cambio los paradigmas: la China comunista se declara globalista y el Estados Unidos liberal, como proteccionista.

La pandemia es por tanto es una excusa consistente para justificar el control, y de paso destruir nuestras economías. Un ejemplo Estados Unidos, país que venía creciendo fuertement, con un índice de desempleo notoriamente bajo e histórico del 3%, (ello hasta febrero del 2020), luego del Covid-19 veremos cómo cambia drásticamente el panorama.

A partir de eso, podemos inferir que habría un plan y que éste se estaría desarrollando de acuerdo con el guión. Al parecer las voces de Trump que acusaba a los globalistas de querer destruir la nación, adquieren algo de atención y mucho de sentido; sabemos que el mandatario es un antiglobalización y, por cierto considerado por muchos de sus simpatizantes; un activo contra el Nuevo Orden Mundial.

Ciertamente, las consecuencias del coronavirus han acabado de desequilibrar un mundo que reposaba básicamente sobre el liderazgo americano, después de la desaparición del duopolio americano-soviético, es así, cómo a un orden bipolar, le ha sucedido un desorden multipolar, donde China, Rusia y la Unión Europea, se suman como actores fundamentales, donde la Unión Americana va perdiendo ventajas e influencias.

Si alguien pensó que Estados Unidos y China estaban a punto de alcanzar una tregua en su batalla por el comercio, estaban muy equivocados, el bicho vino a complicar mucho más el panorama.

The Deep State: The Fall of the Constitution and the Rise of a Shadow Government Edition Kindle. Ernesto Samper, EL Salto Global, retos de América Latina frente a la Globalización, Taurus ediciones, Bogotá, 2004, pág. 245.
*El autor es presidente de la Fundación Global Africa Latina.