Si bien la Unión Soviética colapsó hace treinta años, especificamente el 26 de diciembre de 1991, Rusia quedó como heredera de su estructura de poder global, principalmente en los planos político y estratégico. Tras la Guerra Fría, la globalización permitió una amplitud sin precedentes de los esquemas de poder, a tal grado que la producción armamenttista se enfocó cada vez más en la creación de sistemas bélicos de alta sofisticación como son los misiles hipersónicos.
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Recientemente, Moscú anunció haber realizado una prueba balística con el que mantiene en jaque a la comunidad internacional y, sobre todo Estados Unidos, su sempiterno rival, aunque no necesariamente su enemigo. Se trata del misil crucero Tsirkon que fue lanzado desde un buque de la armada rusa en el Mar Blanco.
Este cohete es capaz de desplazarse a velocidad siete mach, es decir, siete veces la velocidad del sonido que equivale a 8643.6 kilómetros por hora, lo que significa que un misil disparado contra algún objetivo estadounidense, tardaría sólo u par de horas en llegar a su objetivo.
El presidente Vladimir Putin no titubeó en calificarlo como un sistema de misiles sin igual en el mundo:
Según un comunicado del Ministerio de Defensa, la prueba realizada fue exitosa al destruir un objetivo terrestre en la costa del Mar de Barents más de 350 km (217 millas) de distancia.
El Tsirkon mostró durante la prueba un alto rendimiento táctico y operativo. Además de una gran velocidad, la mayor hasta el momento registrada en armas voladoras en el mundo, posee gran maniobrabilidad y altitud; factores que hacen difícil su detección y, por ende, que pueda ser interceptado.
Esta arma esta diseñada especificamente para ser instalada en submarinos y barcos.
El sistema Tsirkon es el resultado de las políticas militares avaladas por Putin en 2018, en el que se propuso que los misiles rusos alcanzarían cualquier punto de la Tierra, sin que ningún escudo antimisiles pueda destruirlo antes de cumplir su misión, sobre todo los construidos por el Pentágono.
Es también un claro mensaje a las intenciiones de Washington de continuar su despliegue de armas nucleares de alcance intermedio en Europa que, aunque esto no ha sido una realidad, Moscú trabaja como si lo fuera algún día.