En junio del 2018, una tortuga con popotes en sus fosas nasales causó conmoción mundial. En 2020, se dio a conocer que las aves marinas viven con basura plástica en sus estómagos. La alerta sobre este tipo de contaminación no parece concientizar a los seres humanos; ahora el problema es más grave con los microplásticos, para los que no se vislumbra una solución, al menos en el corto plazo.
En un estudio publicado en la revista Scientific Reports, un grupo de investigadores descubrió que no sólo estos contaminantes son un peligro, sino los parásitos que se adhieren a ellos en una rara simbiosis, los cuales siguen causando enfermedades, pero ahora en plenas aguas marinas.
Los microplásticos son pequeñas partículas de plástico presentes en muchos cosméticos que se forman cuando materiales más grandes, como ropa o redes de pesca, se descomponen en el agua. Su presencia ya está muy extendida en los océanos, al grado que se han encontrado en pescados y mariscos, incluidos aquellos que son consumidos cuando la gente viaja a las playas o en los restaurantes citadinos. ¡Son mariscos frescos… pero con microfibras plásticas!
Pues bien, sucede que hay tres parásitos terrestres que ya se encuentran en los océanos (ninguno se salva), estos son el Toroplasma gondii (Toxo), el Criptosporidium (Crypto) y el Giardia, todos ellos son protozoos unicelulares que viajaron por los ríos a partir de las heces de personas y animales infectados.
Se trata de otra contaminación del medio ambiente que muy pocos apenas si lo han percibido, y lo peor de todo es que son muy nocivos a la salud. Crypto y Giardia ocasionan enfermedades gastrointestinales que pueden ser mortales en niños pequeños y personas inmunodeprimidas, mientras Toxo puede causar infecciones de por vida en las personas y puede resultar fatal para quienes tienen sistemas inmunológicos débiles.
Estos patógenos pueden llegar a la playa en pedazos microscópicos de plástico, proporcionando una nueva forma para que los gérmenes se concentren a lo largo de las costas y lleguen hasta las profundidades del mar.
La forma en que se adhieren a los microplásticos es formando una capa pegajosa integrada por bacterias y sustancias gelatinosas llamada Ecocorona, después de un tiempo de permanecer en aguas dulces o marinas.
Los investigadores descubrieron que el cultivo protozoárico se reproducía con gran facilidad y, en tan sólo una semana, el plástico tenía un biotejido con el doble o triple de parásitos que el agua de mar. Lo curioso fue que la ropa y las redes para pescar son las que favorecen más el desarrollo de microesferas, provenientes de cosméticos, y son el tipo de microplástico más común que se encuentra en las aguas marinas, en las playas costeras e incluso en los mariscos.
Aunque estos microbios no se pueden replicar en un ambiente hídrico, aprovechan el transporte que les permiten los microplásticos con los que flotan en la superficie y pueden viajar largas distancias, apoderándose así de un medio que no es el suyo y sobreviviendo a un medio hostil en beneficio de una mayor contaminación ambiental y de la salud.
Cuando los plásticos se hunden después de pasar un tiempo en la superficie, especies como las almejas, mejillones, ostras, ostiones, abulones y otros mariscos se contaminan de estos patógenos al alimentarse por error de esa película pegajosa con gran cantidad de parásitos. Estos moluscos ya no sólo están expuestos a la contaminación por derrames petroleros, sino a la de microplásticos.
En el caso de las aves, especies como los fulmares y pterodromas, de mediano tamaño, comen los plásticos motivados por su intensa voracidad y cuando los desechan son consumidos por aves más pequeñas o incluso peces, cerrando así el círculo de contaminación omnivora.
Sólo para que lo sepan: el estudio fue realizado por un equipo multidisciplinario que van desde investigadores de microplásticos y parasitólogos hasta biólogos y epidemiólogos de mariscos.
Por si fuera poco, los plásticos y microplásticos desprenden 15 sustancias químicas, entre ellas, plastificantes, antioxidantes, estabilizadores de radiación ultravioleta, retardantes de llama y conservadores industriales, todo eso, se ha encontrado en los intestinos de las aves marinas. Hay que destacar que estas sustancias pueden ser cancerígenas o disruptores endócrinos.
Aunque se halló una causa, hasta el momento no hay una solución visible al problema. Sin embargo, los expertos nos ponen énfasis en evitar el consumo de prendas de vestir hechas con poliéster y el uso desmedido de plásticos. No es una moda ni una molestia el hecho de prohibir el uso de bolsas no biodegradables, es al menos una pequeña abertura que permite conocer un problema medioambiental, de salubridad y hasta alimenticio ocasionado por la propia humanidad. ¿Qué creen? Ya no vuelvo a consumir latería ni ultramarinos finos.