Se pensaba que el lado crítico de Europa se había perdido desde los años setentas, pero al parecer ha resurgido con fuerza, pues a la hora de evaluar el papel internacional de Estados Unidos y China, ninguno de estos gozan de su preferencia. En el caso de la Unión Americana el mote de «policía del mundo» sigue siendo su señalamiento principal, mientras que el del gigante oriental, es el de la «fábrica del mundo», una ventaja que le permite gentrificar su expansionismo en países pobres, además de violar derechos humanos en su política interna.
En una encuesta realizada por la cadena de muestreos británica Pew Research Center, se percibe que los jóvenes de entre 18 a 29 años en Gran Bretaña, Francia y Alemania, no tienen mayores esperanzas en un mundo regido por estos dos polos internacionales.
El objetivo de la encuesta era conocer cómo los jóvenes de estos tres países, anteriormente potencias filosóficas, se comprometen con la visión del mundo actual. Los resultados fueron realmente reveladores porque mostraron patrones condenativos a la realidad que viven y al futuro que les espera con ambos jugadores en los asuntos globales, independientemente del país o grupo ideológico.
¿Cómo ven a Estados Unidos?
Veamos primero la imagen que tienen estos europeos de Estados Unidos. De entrada opinan que el actual presidente Joe Biden es mejor que su antecesor Donald Trump, al menos por tener un enfoque más multilateralista y por defender libertades ciudadanas que conllevan al respeto de los derechos humanos; lo cual no hace China.
Ahora bien, Washington no se salva del militarismo con que enfoca su hegemonía en el extranjero. Es un pais que no considera la opinión de sus aliados y se le acusa de haber sido hipócrita en el pasado, mostrándose como luminaria al defender los derechos humanos y la democracia en el extranjero, pero sin realmente solucionar sus problemas en casa.
Pese a estas opiniones, el muestreo refleja que Estados Unidos sería una opción más apropiada, aunque cautelosa, para las relaciones euroatlánticas, pero en general, piensan que «EE.UU. daña más de lo que ayuda», tal y como lo hacen los policías.
¿Y sobre China?
El señalamiento más directo fue su condición de ser “la fábrica del mundo”, algo que le permite interferir mundialmente bajo el dominio de la fabricación y exportación de bienes como de su inversión y construcción de infraestructura en todo el orbe. Para los jóvenes europeos, Beijing es la principal potencia económica del mundo por encima de los EE. UU., la Unión Europea y Japón.
Sin embargo, esta «chinización» industrial y económica es una cuestión de hegemonia semejante a la estadounidense pues, según los jóvenes europeos encuestados, «muchas inversiones chinas son una abierta intervención que puede resultar un peligro en el mundo sobre todo, en el ámbito de la infraestructura y de las ventajas productivas. «En África están construyendo carreteras, en Grecia han comprado puertos y han aceptado asumir las deudas de Grecia. Lo mismo han tratado de hacer con los Hubs portuarios de Alemania”, dijo un joven germano.
Para muestra basta un botón. Una entrevistada británica respondió que mientras China condiciona a todo el mundo con su intervencionismo económico, el trato a su población es abusivo. «Lo que le hacen a los musulmanes allí, los campos de concentración y la invasión de Hong Kong… Creo que son geniales en términos de productos básicos, pero una basura en términos de derechos humanos», comentó una joven inglesa.
También apareció el señalamiento militar, principalmente por su expansionismo en el Mar de China al tragarse cuanta isla encuentra en la región, incluyendo las amenazas balísticas contra Taiwán.
Aquí viene lo bueno
La mayoría de los encuentados reconocieron que tanto Estados Unidos como China son actores internacionales que no pueden ser ignorados. Estados Unidos sigue siendo el pilar teórico del capitalismo, del que también se alimenta China. Beijing ha encontrado armas para neutralizar al país de las barras y las estrellas con objetivos pragmáticos. Si Washington realmente se decidiera a sancionar al gigante asiático, sería como un tiro que le saldría por la culata, pues seguramente también impondría sus propias contramedidas, lo que ocasionaría un colapso económico mundial «porque mucho proviene de la industria oriental», se indicó.
En resumen: cierto nivel de cooperación con China parece ser tan inevitable como la asociación con EE. UU. para los jóvenes europeos.