Otra cara de la Guerra de las Malvinas

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La guerra de las Malvinas es considerada como la primera en la que un país latinoamericano se enfrentó contra una potencia militar. Más bien parece una de tantas contiendas en las que David rara vez le puede ganar a Goliath, esto, simplemente porque el círculo de los poderosos debe mantenerse incólume, algo parecido a lo que reza el dicho romano “la justicia se trata entre iguales”. A cuarenta años de ese suceso, resulta que hay otras interpretaciones interesantes por conocer y por reflexionar. Una de ellas fue la necesidad de detener a Argentina, país que desde los años treinta se había convertido en el primero en avanzar hacia su desarrollo económico y tecnológico.

Argentina, el top one en Sudamérica

Antes de meternos de lleno en el conflicto anglo-argentino, veamos primero las condiciones en que se encontraba Buenos Aires que, en 1933 inició su despegue con políticas que le permitieron generar un crecimiento promedio de 2-3 por ciento anual, sustentados por avances en la manufactura, minería, petróleo, electricidad y servicios públicos. El historiador británico Paul Johnson lo consideraba como “el primer país del subcontinente que había adoptado una economía de mercado, donde la interferencia estatal era realmente mínima, con una clase media en ascenso y una prensa que operaba con plenos derechos de libre difusión”.

Su meteórica bonanza le permitió acumular reservas superiores a los 1,500 millones de dólares, y saldos en libras esterlinas que superaban incluso a Gran Bretaña, su principal asociado económico e inversionista desde hacía más de 70 años atrás. En su libro “Tiempos modernos”, Johnson lamentó que el país sudamericano haya fracasado en redirigir ese dinero para “crear industrias de siderurgia, petróleo y otros sectores en sustitución de las importaciones, con lo que hubiera sido probable que Argentina hubiera alcanzado un crecimiento económico dinámico y autónomo durante los años 50 y la historia entera de Latinoamérica hubiera sido distinta”, señaló*.

Jorge Videla asume el poder tras el golpe ded estado en 1976. Poco después surge la Junta Militar Argentina.

La junta militar. Se prepara la táctica

Pero para el estudioso revisionista Daniel Estulin, Argentina estaba más bien dirigida a convertirse en un ejemplo de cómo las políticas supranacionales del Club Bilderberg se imponen para hacer desistir a los países que buscan independencia y autonomía**. El 24 de marzo de 1976, Jorge Rafael Videla llevó a cabo un golpe de estado por el cual depuso a la peronista María Estela Martínez de Perón e instaló un régimen autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, se trataba de una junta militar formada por generales de la fuerza aérea, la armada y el ejército.

Una de las prerrogativas de los golpistas era recobrar la soberanía de las Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, las cuales Argentina asegura que han estado bajo el poder de una potencia invasora. La ONU, por el contrario, considera que estas islas se encuentran en litigio entre Argentina y Reino Unido. Tras un periodo de reacomodo, el teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri, asumió el mando de la Junta militar el 22 de diciembre de 1981, tras comprometerse con el almirante Jorge Issac Anaya, comandante en jefe de la Armada, a respaldar una invasión de las islas Malvinas. Galtieri cumplió su palabra y designó a Carlos Büsserm para llevar a cabo la Operación Rosario, con la que recuperarían estos territorios que los ingleses ocupaban desde 1833.

La operación

La maniobra se realizó con una fuerza anfibia que desembarcó el 2 de abril de 1982 en el puerto Stanley, donde capturaron a las autoridades británicas y establecieron una gobernación militar, renombrando el lugar como Puerto Argentino. En la otra parte del mundo, Londres contestó desplegando una magna expedición con la que inoculó la operación en tan sólo diez semanas. La acción se vio coronada por la victoria de los ingleses y propició la caída de los militares sudamericanos, mismos que fueron encauzados por violaciones a los derechos humanos. El pueblo argentino recuperó el estado de derecho e inició su transición a la democracia. Por su parte, la primera ministro Margaret Thatcher, quien se hallaba en su peor momento político, repuntó en las votaciones y logró reelegirse en 1983.

La mano oscura del Club Bilderberg: Daniel Estulin

En su libro La verdadera historia del Club Bilderberg, el también analista internacional, Daniel Estulin, señala cómo el Club Bilderberg tiene el poder y la influencia necesarios para imponer su política en cualquier nación del planeta o contra cualquier personalidad, grande o pequeña, que se oponga a sus planes de construir un Nuevo Orden Mundial. Muchas veces de manera tan siniestra que le pondrían a cualquier la carne de gallina.

Citando a Jon Ronson, autor de Adventures with extremists (Picador 2001) describe cómo en la guerra de las Malvinas, Londres pidió sanciones contra Argentina, pero pocos países decidieron avalarlas. Fue entonces cuando David Owen, parlamentario británico y miembro bilderberg, salió en escena en un encuentro realizado en Sanderfjord, Noruega declamando un discurso incendiario que torció muchas voluntades de muchos ministros de Relaciones Exteriores, quienes terminaron por aceptar las medidas.

“La Guerra de las Malvinas, un conflicto totalmente manufacturado entre una situación agresora, la dictadura de Argentina y un país amante de la libertad, Gran Bretaña, dio al Nuevo Orden Mundial la oportunidad de mostrar su impresionante arsenal y así advertir a cualquier nación de las consecuencias de no someterse totalmente”, afirmó Estulín

El escritor, de origen lituano, aseguró que “la operación argentina fue diseñada por el Instituto Aspen de Colorado que, a su vez, está controlado por los Rockefeller”. En el caso de las Malvinas, lo que se pretendía era que Argentina desistiera de sus investigaciones en energía nuclear, la cual iba a garantizarle un notable desarrollo económico y tecnológico, además de sumirlo en un estatus de crecimiento cero, factor necesario para destruir los vestigios de prosperidad, pues cuando ésta existe, “hay progreso y hace mucho más difícil la represión”.

Estulín señala que los bilderbergs vieron que sus planes de crecimiento cero postindustrial se iban a pique “y decidieron dar una lección ejemplar a Argentina y los demás países latinoamericanos”. Aseguró que el haber escogido a ese país no fue casual, pues era el más rico de Sudamérica y además ya estaba proporcionando tecnología nuclear a México”. La guerra de las Malvinas acabó con esa colaboración y añadió que, bajo la perspectiva del Club Bilderberg, era mucho mejor “tener a México como fuente de mano de obra barata que como un interlocutor comercial al mismo nivel”.

Cabe destacar también que en 1979, Argentina también proporcionó asistencia técnica nuclear al Irán de Jomeini; situación que la mantiene en la crítica internacional.

El HMS Shefield escora luego que un misil Exocet le impactara.

Sólo para que lo sepan: Leopoldo Fortunato Galtieri visitó Estados Unidos en varias ocasiones, donde se reunió con elevados mandos militares y políticos de la administración Reagan, quienes lo elogiaban como “un hombre de una personalidad majestuosa”. En 1981, conoció a George Bush, en ese entonces vicepresidente. El Departamento de Estado norteamericano le agradeció la mediación que hizo en Bolivia para evitar que se perpetrara un golpe de estado contra el presidente Celso Torello Villa. Galtieri creía fervientemente que gozaba del total apoyo de Washington, pero durante la guerra, se dio cuenta que lo habían abandonado a su suerte. Pese a todo, la Armada argentina logró algunos éxitos contra los británicos, entre estos el hundimiento del HMS Sheffield y el buque mercante Atlantic Conveyor, que cobraron la vida de 46 marinos ingleses.

En comparación, el submarino británico Conqueror hundió el 2 de mayo de 1982 al crucero Belgrano, cuya capacidad de fuego era mínima, llevándose consigo a 323 marinos, es decir, casi la mitad de las bajas que registró Argentina en todo el conflicto. Los británicos sumaron 255 en total.

Cohete de ataque mar-mar Exocet de fabricación francesa. La Junta militar sólo tenía cinco de estos misiles.

El entonces presidente francés Francois Mitterrand recibió una petición del gobierno británico para que suspendiera la venta de esos cohetes mar-mar. Argentina sólo contaba con cinco de ellos, pero fueron suficientes para darle en el orgullo a los ingleses. A cuarenta años de este acontecimiento, Londres pide indignado a París que revele si los misiles Exocet que le vendió a la junta militar tenían un dispositivo de apagado, algo que los franceses han venido negando desde entonces. Más que a los militares argentinos, Reino Unido responsabiliza de este ataque a Francia y le increpa por no haberle advertido tanto de la efectividad del misil como de no compartirle la información tecnológica; algo a lo que todo aliado de la Segunda Guerra Mundial está comprometido de antemano. Sin embargo, París sí le proporcionó información sobre los cazabombarderos Mirage adquiridos por los militares sudamericanos, situación que permitió que su fuerza aeronaval se impusiera a todas luces.

*Paul Johnson, Tiempos modernos. Javier Bergara Editor. 1989. 763 pp. Buenos Aires, Madrid, México, Santiago de Chile.

**Daniel Estulin. La verdadera historia del Club Bilderberg. Editorial Planeta. Booklet. 2007. 363 pp. Barcelona, España.

Con información de BBC, Perfil y Wikipedia