Agradeciendo el interés por nuestras particulares consideraciones, lo primero a determinar que claramente el mundo ha cambiado, la famosa aldea global nos ha pasado la factura y con intereses. La especie humana transita por una pandemia cuyo horizonte final aún está muy lejano.
El barbijo o cubreboca se convirtió en un accesorio fundamental, aunque la moda no la hayan impuesto los diseñadores de Milán o París, sino por nuestro miedo, mismo que podemos explicar en una combinación de sensaciones primarias que son innatos y condicionados. El ataque a centros de distribución de alimentos y medicinas otro efecto propio de nuestra naturaleza.
El miedo es una emoción desagradable, pero muy saludable, necesario y adaptable. Sin embargo, el miedo intenso y extremo lleva a un bloqueo emocional que lo que hace, en muchas ocasiones, es paralizarnos. Italia y su manejo inicial de la crisis es un claro ejemplo.
Hoy parece objetivamente imposible hablar de otro tema, el coronavirus está provocando gran preocupación y malestar emocional en la población por la incertidumbre que genera el rápido contagio de este virus, provocado por el Covid-19, mismo que ya es una pandemia global. El mundo detenido y en compás con la espera de una vacuna.
La toma de medidas eficientes, eficaces y efectivas y las consecuencias propias del alambicado proceso de la toma de decisiones por parte de las administraciones públicas de los países, es lo que inclinará la balanza hacia uno y otro lado. La pandemia en curso, llamada Cisne Negro del siglo XXI, nos muestra cómo la salud de la población mundial es claramente en elemento sustancial de la geopolítica.
Un análisis de los factores que modelaron las políticas sanitarias de estas últimas décadas permite distinguir tres conceptos: la salud mundial como inversión económica, como herramienta de seguridad y como elemento de política exterior. En política, la noción de seguridad implica la urgencia, el corto plazo y el control de enfermedades contagiosas, claramente este es el escenario actual. Naturalmente necesitamos darle al Covid-19 una lucha de aproximación holística y sistémica de corto, mediano y largo plazo; misma que exigiría el refuerzo de las capacidades institucionales de los sistemas de salud, alianzas publico-privadas, sentido de urgencia y responsabilidad social.
Cualquier lector estará de acuerdo en que la pandemia del coronavirus ha provocado una crisis calamitosa de economía mundial. Después de la declaratoria pandémica hecha por la Organización Mundial de la Salud, el precio del petróleo ha caído en una tercera parte, lo mismo el cobre y otros commodities; las bolsas del mundo han tenido que suspender una y otra vez, transacciones para suavizar el pánico inversionista, mientras el precio del dólar sube y sube.
Además de las graves consecuencias sanitarias, lo cierto es que la actual pandemia ha tenido un claro impacto geopolítico, Estados Unidos y China un ejemplo, es claro que desde el anuncio de pandemia dado por la OMS ha surgido una nueva manera en la que los países se están relacionando. Ser el origen del Covid-19 y haber actuado con falta de transparencia en el momento inicial será aprovechado y sacado en cara por EEUU para redoblar su campaña sobre los riesgos de que las cadenas de valor de las empresas dependan demasiado de un país inseguro.
En paralelo, las curvas ascendentes del contagio han sido exponenciales en casi todos los países, se habla de aplanar la curva, pero hasta ahora sólo Corea del Sur y China parecen tener un control parcial de la situación. Desde este punto de vista, China se presenta como un actor clave en la lucha de la comunidad internacional contra el coronavirus por su colaboración con la OMS, su conocimiento sobre la enfermedad, su experiencia en la contención.
La mortalidad del virus y el impacto económico es ya notable y desastroso, si ya no estamos en una recesión mundial estamos a sus puertas, ello generalizado por el proceso de globalización, la dinámica de las economías y las finanzas.
Es determinante decir que la situación naturalmente variará de un país a otro, según la respuesta de sus gobernantes, recursos, la capacidad instalada de los sistemas de salud y la disciplina en autocuidado de la población. África y América Latina son tierras frágiles ante esta pandemia, y es de esperar que la sumatoria: racionalidad, responsabilidad y recursos estén disponibles.
En 2020 se ha demostrado que la madre naturaleza controla al hombre y que puede crear una selección natural inducida por un microscópico virus. Solamente la solidaridad entre personas y países, más una cuota disciplina mancomunada, nos sacará adelante. Recordemos que el hombre manipuló la naturaleza y no es gratis jugar a ser dios.