Mientras Rusia libra una guerra en Ucrania, que ha ocasionado aumento de precios en materias primas, alimentos e hidrocarburos, China reporta cifras sólidas de crecimiento económico y producción industrial, lo que la convierte en una economía aparentemente a prueba de crisis. Ni una conflagración regional o un bloqueo generalizado por Covid-19 ha podido debilitar su desempeño macroeconómico. Ante esto, sólo subsiste una pregunta: ¿es realmente cierta esta bonanza china?
Según datos de Mekong Economics, con sede en Hanoi, una red filantrópica dedicada a brindar soluciones para impulsar comunidades del sureste asiático mediante propuestas y soluciones de innovación, los informes presentados recientemente por Beijing son débiles y sobreestiman una situación que prefiere encubrir o maquillar antes que exponer abiertamente.
La Oficina Nacional de Estadísticas de China dio a conocer que durante el primer trimestre de este año, el Producto Interno Bruto (PIB) se ubicó en 4.8%, con una producción industrial que ascendió a 6.5% respecto a su nivel del 2021.
Para analistas como Daxter Roberts, autor de “El mito del capitalismo chino”, las cifras no cuadran y, por el contrario, cuestionan la confiabilidad de las estadísticas. Una de las causas que parecen desmentir ese optimismo es que ciudades como Shanghai, sede de una gran clase media china en expansión, ha sido confinada a estar en casa ante una nueva propagación de Covid-19. Eso simplemente afecta las cadenas de suministro, la producción industrial y la logística marítima; una de las más activas del mundo.
El panorama durante este primer trimestre en realidad contempló otros aspectos que parecen desmentir la tendencia del gigante asiático. En primer lugar, en marzo pasado las importaciones y exportaciones cayeron por primera vez en 25 meses. El sector de bienes raíces, uno de los más prósperos de ese país, aumentó 10.7%, mientras que las ventas minoristas de bienes de consumo subieron un 3.3%, respecto al primer trimestre del 2021. Esto, a simple vista es una contradicción, pues de acuerdo con el Instituto de Investigación Económica de Taiwán, las cifras de importación/exportación no pueden falsificarse fácilmente en comparación con las sectorizadas, las cuales son susceptibles de ser adaptadas a las necesidades informativas.
Los comerciantes e inversionistas involucrados en el mercado chino hacen sus pronósticos teniendo en cuenta otros informes que llaman granulares, esto es, el comportamiento de sectores minoristas como el comercio y el consumo, que reflejan una tendencia más clara para saber a qué apostarle.
Si atendemos a esas cifras, vemos que el comportamiento económico chino comienza a mostrar síntomas negativos, sobre todo, en relación con el consumo. Las importaciones cayeron apenas empezó la guerra de Ucrania y, por consiguiente, el crecimiento se desaceleró.
Cuando Mao Tse Tung estuvo en el poder a principios de los 60, los miembros del partido comunista no se atrevían a cuestionar a figuras políticas, ya sea por miedo o por ignorancia. Ese ciclo parece estar repitiéndose en la actualidad, ya que China informa cifras sólidas de crecimiento económico y producción industrial, a pesar de los bloqueos generalizados por COVID-19 agravados por las conmociones del mercado inmobiliario y una severa represión del sector tecnológico en 2021.
Sólo para que lo sepan: En 2020, el PIB del gigante asiático creció un 2,3% respecto a 2019, esto es, 38 décimas menos que la registrada en ese año, cuando promedió 6,1%. Pese a esto, fue la única economía que tuvo un repunte, colocándose como la segunda economía más sana en un ranking de 196 países. En 2021 subió a 8.1%, seis puntos porcentuales más el año precedente. Para este año, Beijing espera lograr un 5,5%, algo que sin duda es una de las cifras de crecimiento más bajas en las últimas décadas.