¡No nos hagamos, la contaminación nos está venciendo!

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Sí ya no hay salida, entonces hay que abandonar el planeta. Según datos presentados por el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, en inglés) y liderada por Royal Phillips y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial, el mundo «usó más materiales que nunca, para llegar a los 100 000 millones de toneladas de recursos en apenas un año».

La Plataforma para Acelerar la Economía Circular reveló en su informe presentado recientemente que «la proporción de materiales y recursos que se reusan y reciclan a nivel global disminuyó de 9,1 por ciento del total a 8.6 por ciento.

Sólo para que lo recuerden: la economía circular busca crear un consumo global sin usar materiales de zonas explotables vírgenes, reduciendo la cantidad de desechos que ya existen en el planeta. Su objetivo es reintegrar lo más posible a la biósfera los elementos biológicos y evitar los que afectan las estructuras ecológicas.

Una de las interrogantes que quedan en el aire respecto a esta mala noticia para el planeta, es hasta dónde se encuentra la conciencia humana respecto al daño ambiental que causa, pues parece que la cultura ambientalista está siendo derrotada en todos sus frentes.

Esquema de la economía circular.
Esquema de la economía circular.

Pese a que el escenario de destrucción ecológica es evidente, parece prevalecer más la conciencia de que no hay más nada que hacer por el mundo en el que vivimos: la derrota de la convivencia ambiental parece condenada al fracaso.

Los incendios de California, de la Amazonia y los que prevalecen en Australia confirman el desinterés de la población respecto a su forma de contraer responsabilidades ambientales: simplemente ya no parece interesar hacer o secundar una acción en favor del planeta.

Tan sólo un uno por ciento que haya bajado en la cultura ecológica pregonada a través de la economía circular, es una de las peores noticias que puede difundirse: es como decir que nos hemos engañado al tratar de imponernos una educación de amabilidad con el medio ambiente.

Sencillamente, el reporte significa que el mundo evita adoptar «medidas contundentes necesaria para paliar los impactos de la economía en dos flancos fundamentales: la extracción de recursos, y su desecho».

Por el lado de la extracción, este informe encontró que entre 2015 y 2017 los recursos extraídos pasaron de 84 mil 400 millones de toneladas de materiales, a 92 mil millones de toneladas, un aumento del 9 por ciento.

¡¡¡Vean esto!!!

Destaca también que «el total de desperdicios en el mundo pasó en el mismo periodo de algo menos de 20 000 millones de toneladas, a casi 33 000 millones de toneladas. Aunque el reporte aclara que gran parte del aumento puede ser un artificio del cambio de metodología, el crecimiento está ahí, aunque sea un poco menor del aparente, y eso sigue siendo muy mala noticia».

Respecto a los recursos reusados o reutilizados, señaló que «a duras penas alcanzan los 9 mil millones de toneladas, y si bien es cierto que en este rubro el reporte registra un aumento de casi mil 500 millones de toneladas, esa mejora palidece frente a los retrocesos que ocurrieron». «La economía se ha hecho menos sustentable, a pesar de los esfuerzos de muchos y de la enorme cantidad de promesas y saliva vertidos por los líderes del mundo».

Al hablar de economía se excluye la percepción ambiental como una forma ordenada de consumir, pues el objetivo de todos los países es crecer y, muchas veces, «crecer a toda costa»: tener un Índice de Desarrollo Humano mejor que el de los demás y los que no lo tienen, buscarán lograrlo aunque sea mediante iniciativas extremas.

Durante la Revolución cultural, Mao Tse Tung  no titubeó en decir que «China crecería aunque tuvieran que quemar el cielo». Se referían a que usarían todo el carbón posible con tal de alcanzar sus metas de desarrollo. Las potencias occidentales no han podido dejar atrás su cultura de devastación colonial, implicaría dejar de usar objetos que ya son adictivos en la vida diaria como los gadgets, teléfonos celulares, ropa vistosa y atractiva, pero altamente contaminante, etcétera.

Ya para terminar, sólo les comento que aunque el informe destaque «como algo positivo que un país tenga una economía poderosa y en crecimiento, en realidad es como pedirle a alguien que adelgace al tiempo que le recetamos mayor ingesta de azúcares.

«El problema con pedirle a las economías que crezcan -en lugar de, por ejemplo, que generen mayor igualdad y prosperidad para todos, independientemente de su tamaño-, es que para lograrlo se necesita ganar en escala, concentrar la riqueza y explotar a los de abajo para tener mayores excedentes que invertir para engordar lo que se hace».

Es un hecho que para crecer, los países necesitan consumir materiales evitando el molesto proceso de reuso o reciclaje. Hasta este momento, lo que se ha hecho ha sido «consumir para crecer» y, aunque ya es urgente encontrar una nueva visión económica que se aparte del clasicismo que sigue imperando, las potencias no parecen querer rectificar el rumbo.

El famoso «Laissez faire, lassez passer» sigue caracterizando a la economía desde hace más de tres siglos, sólo que ahora con una visión más «humana». Por una parte, se ofrecen campañas hipócritas de transnacionales que invitan a restringir el uso de bolsas de plástico o a consumir productos orgánicos y, por la otra, buscan un crecimiento con formas devastadoras y coloniales.

Tal vez sea cierto, buscar el éxodo a Marte podría ser la solución más idónea para todos, si no es que ya la están inculcando en la población mundial.

Con información del Agencia IPS.

Portada: Imagen de Gerd Altmann en Pixabay